domingo, 22 de noviembre de 2009

La Cenicienta que se escapó

Roser en este momento de la ponencia y considerándose coche escoba de todos los eventos que habían tenido lugar antes que ella, no tuvo problema alguno en ir resolviendo todas las dudas que iban acaeciendo en Palacio.

Dudas con los sueños que anteriormente nos había contado Pilar, problemas con el animus y el ánima, confusión entre lo consciente y lo inconsciente...

Y ahora sí, ¡llegaba el gran momento! Teníamos en nuestras manos la posibilidad de cambiar la historia de la Cenicienta.
Contábamos en nuestras manos con la versión de Perrault y una serie de opciones, algunas de lo más originales y no por ello menos posibles que debíamos de marcar para así ver, tras contar y recontar las respuestas que coincidían, el momento en el que nos encontrábamos.

Me resultó muy interesante ver la multitud de respuestas libres que la gente esceribió a parte de las que ya venían marcadas, una pena no poder leerlas por falta de tiempo, porque seguro que eran igual de interesantes.

Del mismo modo, me sorprendió cómo algunas personas se conformaban con mantener el cuento intacto, como no cambiaban nada y decidían que la historia tal y como estaba contada estaba bien.

Fue un rato muy ameno, en el que al finalizar y comparándolo con mi compañera nos alegraba saber qué diferentes somos a pesar de ser amigas.

El monologo marcado por Roser la verdad que fue muy atrevido por su parte, ya que sin vergüenza alguna se calzó su mejor vestimenta para realizar una crítica a la mujer ante un príncipe a pesar de estar machacándonos y ser conscientes de ello.

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